lunes, 3 de octubre de 2011

La cita de Tiburcio


Dibujo con el que he ilustrado el siguiente relato de Maite Sánchez Sempere
© Ilkhi, 2011


La cita de Tiburcio (de la colección inédita “Consultas a Om”)

A don Tiburcio, mi abuelo.

- Om, te voy a contar un sucedido...
Tiburcio es ya mayor, debe rondar los 80. Se acerca cada día a casa de Om después del café de media mañana, con su palillo asomando de la comisura izquierda. Dicen que hace años le dio un "chungo", que tiene aún algunos músculos paralizados y que por eso utiliza el palillo, para que no se le note que tuerce la boca.
Antes de empezar a relatar, se quita la boina y se rasca la calva.
- Me pasó el otro día, cuando bajé a Madrid...
- ¿Cuándo fue eso, Tiburcio? No recuerdo que haya dejado de venir un solo día...
- ¿Qué más da?
Y es que Tiburcio lo cuenta todo como si le hubiera sucedido a él, pero probablemente no sea así... o quizá sí, con algunas personas nunca se sabe.
- Te decía; bajé a Madrid y acabé comiendo en el centro, en un sitio de esos de menú del día. ¡Qué camarera, oye! Una de esas mozas que ya no se ven...
- Rellenita...
- No, no, nada de rellenita... gorda, como nos gustan aquí. Y sana ¿eh? se la veía sana. No era española, yo creo que debía venir de las indias...
- Tiburcio, eso de "las indias" dejó de decirse en tiempos de su tatarabuelo, por lo menos.
- ¡Anda! ¿Y a mi qué? ¿No me has entendido?
- Vale, vale, siga...
- Pues nada, que le pedí una cita. Nada serio ¿eh? que no estoy yo ahora para compromisos... una cita para dar un paseo por el Retiro, para que me vieran en Madrid del brazo de esa moza, vamos.
- ¿Y qué le contestó?
- ¿No te he dicho que no hay mujer que se me resista?
- Mil veces, pero aún no lo he comprobado...
- Pues esta tampoco se resistió. El caso, a lo que iba, es que no estaba yo preparado para una cita... bueno, me aseé por la mañana, claro, quiero decir que no tenía nada para obsequiarla, tú ya me entiendes... La recojo en el restaurante, vamos paseando y de repente pasamos por delante de un supermercado y veo dentro una máquina de esas de echar monedas, pero no como la del bar: una de ramos de flores. Nada, que le digo a la moza "Aguarda un momento, voy a regalarte algo", saco unos euros del monedero y busca por aquí, busca por allá, que no encuentro la ranura...
- ¡Ay, abuelo, una cita con una real moza y no encuentra usted la ranura!
- ¡Abuelo de mis nietos!... y no me interrumpas, que pierdo el hilo... Al final, encuentro una ranura, echo las monedas, me dice "seleccione el producto", me voy y miro el número de un ramo de rosas rojas, ya sabes, el color de la pasión... el 15, la niña bonita... le doy a los números, la máquina que me dice "espere", hace sus cosas, todas con ruido y me dice "recoja su producto"... y yo, todo caballero le digo a la moza "Ahí dentro está"...
- ¿Y?
- Mete la mano, mira el regalo, me mira... en fin, una catástrofe.
- ¿Pues? ¿No le gustaron las rosas?
- ¿Qué rosas ni que rosas? ¡Me equivoqué de máquina y le regalé un sandwich de atún!

© Maite Sánchez Sempere

Si queréis seguir leyendo sobre otras de las muchas cosas que hace Maite, éste es su blog (aqui)


2 comentarios:

  1. ayyysss..¡qué repelús!...qué acido en el fondo y qué tierno por afuera ... a quién se le ocurre expender ramos de flores por una máquina, a esta puñetera sociedad "moderna" nada más...
    Felicita a Mayte de mi parte y a ti te las doy por ese preciosísimo dibujo que lo ilustra muy bien pero que además es en sí muy atractivo, y me gusta mucho, me gusta una barbaridad.
    Un beso, Ilkhi
    Y enhorabuena a los dos por la co-laboración, ¿eh?, eso es por sí mismo un gustazo.

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  2. Gracias, Sofía, de parte de Mayte y mía.

    Tienes razón, a quién se le ocurre diseñar semejante aparato. Es lo mismo que pensó Mayte cuando lo vió en un establecimiento de la calle Fuencarral. Aquel momento fue la chispa que la llevó a escribir este relato.

    Besos

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