Homenaje a Delacroix
© Ilkhi, 2011
Este fin de semana pasado, en las salas de la segunda planta del CaixaForum Madrid, estuve viendo/degustando con Maite una deliciosa exposición de Delacroix.
Utiliza el negro en sus pinturas al óleo con la soltura y maestría de Goya. Con ese negro no sólo enmarca y perfila, también consigue que la luz emane de esas tinieblas y devenga en rojos, amarillos, ocres y azules que estallan en nuestros conos, mientras los bastones escrutan el más ínfimo fotón en la noche interior del negro al transitar por el camino incoloro del alma.
Por otro lado, deposita sobre el lienzo pinceladas carnosas (de carne viviente como el príncipe del color, Tiziano, cubría sus telas venecianas) pinceladas cuyas protuberancias oleosas se convierten en manantial de luz que sacia la sed y el buen gusto del más exigente gourmet de la luz. ¡Qué manera de relatar con el negro tipográfico y revelar con el color!
Destaco de esta exposición uno de los bocetos (lo más lejano a un arte final y lo más cercano a un arte en continua construcción) de La muerte de Sardanápalo como paradigma de lo escrito anteriormente. Este deslumbrante dominio de la luz en el color se hace patente en aquella declaración de Delacroix "Dadme fango y os haré con él la más esplendorosa carne de mujer".
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