miércoles, 2 de junio de 2010

Mis gestos en pretérito imperfecto

Asomándome a la ría del cielo
© Ilkhi, 1999


El mes de diciembre de 1958 nacía en el número 46 de la calle Urazurrutia, calle que todavía está en Bilbao, aunque ahora, allí ya no esté su/mi pasado, ni mi presente tampoco; está situada en la margen izquierda de la ría Nervión, sí, he escrito ría, pues a esta altura el río se convierte en mujer y se perfuma con salitre marinero al acercarse a la mar.

A principios de los sesenta, cuando era un párvulo, sustraía los sacapuntas de mis compañeros y me desaparecían los lápices (los que ahora son mis bayonetas). A estas alturas espacio-temporales he llegado a la conclusión de que entonces, como ahora, me interesaba más sacarles punta a los lápices inexistentes que a los que eran tangibles.

En el otoño de 1972 e invierno de 1973 aprendía a dibujar las cosas que ya existían mientras observaba la cabeza en yeso de Minerva, que me miraba desde su sabiduría. Diez años después dibujaba y esculpía, en un bosque de hayas, sus ramas inexistentes; las llamaba IRUDIhitzak (IMÁGENESpalabras) y fotografiaba el tiempo cuando la niebla me lo permitía, cuando no, lo imaginaba. En 1984 dialogaba con el vacío cuando no tenía otros interlocutores más interesantes, y en 1986 esculpía unos versos con lápiz litográfico cuando estos sonaban en su pasado que era presente. El verano de este mismo año retenía en un celuloide cinético los Urratsak (Pasos) de la lengua vasca, que venían de la prehistoria, para ser borrados por las olas de la historia en la playa de Zarauz. Trescientos ochenta y cinco días después fijaba las sombras y las luces del tiempo, que habían dejado de ser, para sólo estar. Eran unos calotipos convertidos en palabras: Euskeraz ikusteko (Para ver en euskera). En 1998 veía un segmento de eternidad cuando pasaba junto al río Bayas y lo retenía sobre un papel. En 1999 un pájaro de piedra quería volar con su alma de óleo sobre un papel de acuarela, al final, tres años más tarde, lo lograba.

Al comienzo del tercer milenio viajaba por ese anciano continente llamado Europa y trasladaba sin cesar, la "opera di mano" y "la opera di natura" que allí veía, a mis dibujos de hematites. Cuando las hojas caducas de 2001 empezaron a abandonar sus ramas, veía claramente un caballo en un dibujo prehistórico de la cueva de La Pileta, Benaoján, Málaga, allí donde los expertos arqueólogos sólo veían "dibujos esquemáticos de significados no aclarados"; yo comprendía con intención. El caballo estaba en mí y seguirá estando.


El año 2002 realizaba una obra dedicada a la villa donde nací, ésa en la que (como escribía Cavafis hace un siglo en su poema La Ciudad) por más que busques una mejor, "la ciudad irá tras de ti". La titulé Bilbao bizi den arte guzian (Bilbao en todos los intervalos en que vive) mientras ella vivía en mí. Este mismo año, cuando el paisaje se pinta con ocres, realizaba AIÓN-AISTHETÓS en el valle de Berrueza; allí veía algo indivisible entre aquella primera batalla carlista de 1833 y este ahora que es perseguido por los ahoras que le preceden y postseguido por los ahoras que no dejan de surgir.


El año 2006 llegaba a otra villa más al sur de Europa, llamada Madrid, y realizaba una serie de estenopeicas, titulada: Esto no es Madrid, positivamente negativadas.


Desde 1987 existe My longing logbook (Mi cuaderno de bitácora anhelante) titulado Alta Densidad Seccional; siempre está en obras, con trincheras infinitas desde las que salto para conquistar pensamientos que antes eran ignotos para mí, pero que ahora, ganados a golpe de bayoneta, pertenecen a mi ESTAR y SER.




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