STALKER sobre raíles. Tres fotogramas de la secuencia de la vagoneta en la que el Stalker, el Profesor y el Escritor se dirigen a la Zona. En estos fotogramas está sintetizado un tiempo discontinuo y psicológico que es imposible calcular, tan solo se puede sentir la longitud excepcional de cinco tomas cinematográficas. Si sumamos los tiempos de estas cinco tomas, nos dan 3' 42", pero no nos desvelarán el tiempo necesario para llegar a la Zona. El tiempo interno no se puede medir, y el tiempo externo, sencillamente, lo desconocemos.
Sin embargo, Tarkovsky consigue que el sonido diegético de las ruedas sobre los raíles fusionado con el sonido extradiegético de una música electrónica nos dé la impresión de que ha transcurrido un lapso de tiempo mucho mayor del que nos muestra el metraje de esta secuencia. También ayuda a esa sensación el tiempo inmensurable que Gilles Deleuze denominó "coupure irrationnelle" en su libro L'image-temps, 1985: se refería a esos "cortes irracionales" entre tomas, mediante los cuales la noción de verdad es sustituida por la de intensidad.
El director de fotografía, Alexander Knyazhinsky, en un plató durante el rodaje de la película Stalker, el año 1978 a las afueras de Tallin (Estonia), porta una Steadicam, —había sido inventada en 1975 por el físico newtoniano Garrett Brown—, detrás de Knyasinsky está Tarkovsky. Ambos se disponían a rodar la secuencia del viaje a la Zona en la vagoneta motorizada de mantenimiento ferroviario.
Esta secuencia rodó sobre tres soportes diferentes, a saber: en primer lugar, rodó sobre una dolly (plataforma rodante en la que va Knyazhinsky); en segundo lugar, sobre una plataforma ferroviaria (no en la vagoneta que aparece en las tomas anteriores) en la que van el Stalker, el Profesor y el Escritor. Y en tercer lugar, la película rodó en el chasis biaxial de una cámara Arriflex 35 IIC con la que fue filmada esta secuencia.
El misticismo del Stalker, el materialismo del Profesor y el cinismo del Escritor también ruedan sobre raíles junto a sus pensamientos que son más devastadores que la bomba de 20 kilotones que porta el Profesor en su mochila.
Lo que más me interesa de esta escena es el intervalo que hay entre la emulsión de haluros de plata sensibles a la luz que porta el celuloide y, por otro lado, la materia que se impresiona mediante la luz que atraviesa el objetivo. Este "arte" intervalo me parece que es como un limbo situado entre la realidad que rodea al camarógrafo y al director, y la ficción de lo escrito y posteriormente filmado.
En mi opinión, los/as autores/as que abandonan los raíles de la cinematografía canónica son los más interesantes, ya que no dejan las vías ortodoxas para descarrilar, sino que, mediante un cambio de agujas, se adentran en esas zonas inexploradas, que todavía las hay.