lunes, 5 de agosto de 2019

Ortega y Gasset y sus insensateces sobre el euskera

Durante los meses de mayo y junio de 1937, Ortega y Gasset publicó, en el periódico bonaerense La Nación, el ensayo titulado Miseria y esplendor de la traducción. Esto es un pasaje de dicho ensayo.
La lengua vasca será todo lo perfecta que Meillet quiera, pero el caso es que se olvidó de incluir en su vocabulario un signo para designar a Dios y fue menester echar mano del que significaba "señor de lo alto"- Jaungoikua. Como hace siglos desapareció la autoridad señorial, Jaungoikua significa hoy directamente Dios, pero hemos de ponernos en la época en que se obligaba a pensar Dios como una autoridad política y mundanal, a pensar Dios como gobernador civil o cosa por el estilo. Precisamente este caso nos revela que, faltos de nombre para Dios, costaba mucho trabajo a los vascos pensarlo: por eso tardaron tanto en convertirse al cristianismo y el vocablo indica que fue necesaria la intervención de la Policía para meter en sus cabezas la idea pura de la divinidad. De modo que la lengua no sólo pone dificultades a la expresión de ciertos pensamientos sino que estorba la recepción de otros, paraliza nuestra inteligencia en ciertas direcciones.
Ortega dice: "[la lengua vasca] se olvidó de incluir en su vocabulario un signo para designar a Dios". En primer lugar, en euskera ya existía la palabra Dios, Ortzia (firmamento, divinidad celeste), antes de que la palabra Jaungoikoa ocupara su lugar.  Aymeric Picaud escribió en el siglo XII el primer vocabulario vasco conocido, en el que decía "Deum vocant, urcia" (a Dios llaman urcia). Ortzia (en el euskera contemporáneo) con la fonética y ortografía del dialecto que escuchó Picaud en el siglo XII.

Ortega sigue diciendo: "fue menester echar mano del que significa "señor de lo alto"- Jaungoikua". La palabra compuesta Jaungoikoa se refiere al Dios único de los cristianos, y no significa "señor de lo alto", sino "señor del cielo" que a su vez es una traducción del latín "Dominus qui faecit caelum". Lo que no dice Ortega es que los vascos tienen otra palabra para referirse a Dios, Gure jauna (Nuestro señor) que es otra traducción literal del latín "Dominus noster". Sin embargo, Ortega nunca dirá que los cristianos latinos, cuando se referían a Dios con las expresiones "Dominus qui faecit caelum" y "Dominus noster", se referían a un "gobernador civil o cosa por el estilo".

Más adelante, dice: "faltos de nombre para Dios, costaba mucho trabajo a los vascos pensarlo: por eso tardaron tanto en convertirse al cristianismo". No es verdad que tardaran en convertirse al cristianismo. La evangelización del País Vasco, cronológicamente, fue similar a la del resto de países de Europa. Se inició en los primeros años del siglo IV, y a finales del siglo XIX el País Vasco era una de la regiones más cristianas de España y Europa. El lema del PNV era "Jaungoikoa eta lege zaharra" (Dios y la ley vieja), y aún hoy sus militantes se siguen autodenominando jeltzaleak (amantes del lema Dios y la ley vieja).

Y aquí viene el Ortega y Gasset misionero dispuesto a evangelizar a los vascos a base de hostias, pues les "costaba mucho trabajo" pensar un nombre para Dios. Ya se sabe, la letra con sangre entra. Ortega dice: "fue necesaria la intervención de la Policía para meter en sus cabezas la idea pura de divinidad". Ese paternalismo (quizá sea mejor llamarlo patriarcado) con el que hay que "enseñar/explicar" a otras culturas cómo se llama a Dios.

Por último, Ortega dice: "De modo que la lengua no sólo pone dificultades a la expresión de ciertos pensamientos, sino que estorba la recepción de otros, paraliza nuestra inteligencia en ciertas direcciones". En este caso, a Ortega y Gasset no es que la lengua paralizara su inteligencia, sino que su pensamiento colapsó debido a su ignorancia.

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