El 13 de abril de 1984 Joseba Sarrionandia escribió un ensayo breve titulado EZ UKI PINTURARIK [1] (No tocar las pinturas). Empieza describiendo la plaza Ezkurdi de Durango, su ciudad natal [2], destaca los cambios topográficos que vio en la plaza Ezkurdi (Encinar) cuando fue remodelada por los arquitectos Juan Daniel Fullaondo y Fernando Olabarria, eran los primeros años de la década de los 70. Sarrionandia estaba en plena adolescencia, recuerda cómo él y sus amigos ponían un cigarrillo en los labios broncíneos de la escultura de Fray Juan de Zumárraga ubicada en esta misma plaza. Más adelante, recuerda una de sus primeras visitas, en compañía de sus amigos, a la galería de arte que los susodichos arquitectos diseñaron con forma semicircular, y que se encuentra en el centro de la plaza Ezkurdi.
Nada más entrar en la galería, él y sus amigos se quedaron delante de un cuadro mirándolo. Uno de sus amigos preguntó "Ukitu daiteke?" (¿Se puede tocar?) a lo que otro contestó "Kuadroak ez dira ukitzen" (Los cuadros no se tocan) un tercero dijo "Ez dago inor" (No hay nadie) "uki daiteke" (se puede tocar). Sarrionandia comienza a tocar las pinturas: "Ukitu eta urdina suabea zen, gune marroi latz batzu, hori biguna, laua, hatz iheskorrarentzat". (Lo toqué y el azul era suave, algunas partes marrones eran rugosas, el amarillo blando, liso, para los dedos escurridizos.) Lo que viene ahora es la frase que yo considero la clave de bóveda de este ensayo. "Orain, ukidura debekatu hura oroitzen dut, ezen artearekiko ene lehen bekatua izan bait zen". (Ahora, recuerdo aquel contacto prohibido, ya que fue mi primer pecado respecto al arte.) Aquí está la epifanía de la memoria involuntaria, ese acto de percepción inmediato y extático que se acumula pacientemente en nuestra memoria y que estalla cuando menos lo esperamos.
Sarrionandia termina su ensayo con esta reflexión: "Hurbiltasunezko zentzumenak, beraz, animaltasunaren seinale geratu dira mendebaldean. Pinturak eta musikak, berriz, distantzian eta begiradan hezitzen gaituzte". (Por lo tanto, los sentidos de proximidad (tacto, gusto y olfato) en Occidente han quedado como señales de la condición animal. Por el contrario, en la pintura y la música nos educan la mirada y la distancia).
Desde aquellos tiempos (años 70 del recuerdo, años 80 de lo recordado) al momento actual, la museización ha crecido exponencialmente, lo cual lleva consigo la negación de las experiencias táctiles, gustativas y olfativas de las obras de arte, ya que esos objetos de goce (en la mayoría de los casos) los vemos dentro de una vitrina, "protegidos" con células fotoeléctricas o en una pantalla de plasma. Los objetos que podrían proporcionarnos deleite quedan confinados en prisiones de alta seguridad, allí donde los sentidos "sucios" no tienen acceso.
[1] De su libro titulado NI EZ NAIZ HEMENGOA (No soy de aquí) Editorial Pamiela, 1985.
[2] Nació en Iurreta, pero desde 1927 hasta 1990 Iurreta perteneció al municipio de Durango.