Exposición en la calle de obras realizadas en el curso 82-83
El de la derecha soy yo, hace 32 años, acompañado por tres de mis alumnos
© Ilkhi, 1983
No se trata de ser nostálgico ni de traer al presente emociones debidamente empaquetadas en su momento. Se trata de recapitular y ver para qué me ha servido aquella decisión que tomé en 1982.
Durante el curso 1982-1983 fui profesor de pintura y dibujo en la Universidad Popular de Recaldeberri. Salía del trabajo a las 19:00 horas y daba clases de 20:00 a 21:30 en Uretamendi (Recaldeberri) Bilbao. Llevé a mis alumnos al Museo de Bellas Artes de Bilbao para que vieran la evolución del arte a través de los siglos, y pude ver cómo desaparecián sus prejuicios respecto al arte contemporáneo. Mi idea no era dar clases magistrales sobre la historia del arte, sino escuchar sus opiniones que no estaban condicionadas por una explicación canónica e impuesta por las autoridades académicas. Aprendí mucho con ellos.
Haré una pequeña reseña sobre la creación de esta Universidad Obrera. Estaba inspirada en proyectos como la Escuela de Formación Profesional de La Comuna de París en la que los obreros daban clases a sus alumnos. Las primeras clases se impartieron en noviembre de 1976. Pronto se pudo comprobar que al ámbito académico no le interesaba este proyecto. Recaldeberri era uno de los barrios obreros de Bilbao. En 1977 se editó el libro Cultura para 70000 Universidad Popular de Recaldeberri en el cual profesores y alumnos cuentan su experiencia. En el epílogo de este libro se puede leer lo que yo considero la piedra angular que desde el punto ideológico sustentaba aquel proyecto, y que me llevó a ser partícipe en él.
"La sociedad burguesa tiene una enorme fuerza asimiladora. Casi todo lo que toca lo absorbe, lo engulle, lo enmascara y lo hace cuerpo suyo. Segrega su cultura y nos la presenta tan cotidianamente que llega a producirse en nosotros la imagen y la sensación de que "esa" es la cultura."
Al leer esto constato que sigo pensando igual que entonces, pero no diría lo mismo de las nuevas generaciones, a las que retrata muy atinadamente la filósofa Marina Garcés en su libro En las prisiones de los posible (Bellaterra, 2002). En el que nos muestra cómo el virus del capitalismo ha hecho cuerpo en las nuevas generaciones.
"No es anecdótica la extrañeza que nos produce a las generaciones más jóvenes la palabra "capitalismo". Reconocerla y, por tanto, distinguirla requiere un largo y esforzado aprendizaje. [...] Se puede luchar hoy contra el neoliberalismo y la globalización, pero no con ello se pone en cuestión el capitalismo."
Haciendo balance de para qué me sirvió aquella experiencia, llego a la conclusión de que gracias a ella supe en que tipo de sociedad deseaba y deseo vivir, también comprobé que la producción masiva y el progreso basado en el beneficio indiscriminado, que tanto fomenta el neoliberalismo, son nocivos para las culturas que no están en "la corriente principal".