En la autoficción A Portrait of the Artist as a Young Man, James Joyce relata de este modo una experiencia epifánica que tuvo en la playa dublinesa Dollymount Strand a finales del siglo XIX:
There was no human figure near him nor any sound borne to him over the air. But the tide was near the turn and already the day was on the wane. He turned landward and ran towards the shore and, running up the sloping beach, reckless of the sharp shingle, found a sandy nook amid a ring of tufted sand knolls and lay down there that the peace and silence of the evening might still the riot of his blood.
He felt above him the vast indifferent dome and the calm processes of the heavenly bodies: and the earth beneath him, the earth that had borne him, had taken him to her breast.
En el libro OTEIZA. Su vida, su obra, su pensamiento, su palabra, Jorge Oteiza le cuenta a Miguel Pelay Orozco esta experiencia epifánica que tuvo en la playa de Orio a principios del siglo XX:
En la playa de Orio buscaba los grandes cráteres que dejaban los carros que llevaban la arena. Mi felicidad era ocultarme en el fondo de ellos, me sentía aislado, protegido y miraba al cielo. En el alto de Zarauz, una cantera de arenisca, yo elegía unos pequeños bloques y los perforaba. Mi descanso, mi seguridad, era mirar por el agujero y localizar un pequeño mundo para mí, una rama, un pájaro, mi hermano, nunca mi abuelo. No he querido a este abuelo mío de Orio. [...] Ah, y la ría de Orio, adoro la ría de Orio, era como si fuera mi madre, solía esperar con ilusión a que subiera, y cuando bajaba, cuando se iba me producía tristeza. Estos sentimientos de protección, esta especie de aliados que me imaginaba o de operaciones que me fabricaban defensas, seguridad, me las he explicado luego íntimamente relacionadas con mi forma de pensar y de comportarme en mis experiencias de escultor.
No hay comentarios:
Publicar un comentario