lunes, 11 de octubre de 2021

El persistente moiré en la trama del arte vasco

Se llama moiré al efecto que se produce cuando dos o más tramas se superponen en ángulos incorrectos. También se produce cuando se retrama una imagen que ha sido tramada previamente.

Viñeta en el periódico Egin el 19 de noviembre de 1980. Consiste en una reproducción parcial —la he reproducido con moiré— del cuadro El cho (El grumete) 1887, del pintor Adolfo Guiard, y una mancha de trama enmarcada junto a la que pone Euskal Trama (La Trama Vasca). A la derecha de esta foto, se puede ver la obra completa de Adolfo Guiard.

Con esta viñeta se ilustraba la crítica que firmaron los artistas: Txomin Badiola, Fernando y Vicente Roscubas y el historiador y crítico de arte Xabier Sáenz de Gorbea. Esta crítica iba dirigida a los organizadores de la exposición La trama del arte vasco. Aquí muestro un extracto de aquella crítica.
Se ha suprimido un capítulo que aglutinaba las últimas tendencias por considerarlo pretencioso, y qué mayor pretenciosidad que el mismo título de la exposición: "La Trama del Arte Vasco" (nombre de un libro de Juan de la Encina), cuando sólo se presenta pintura. ¿Se puede entender el arte vasco sin Oteiza y Chillida? Así se marginan manifestaciones plásticas e intelectivas, se presuponen géneros, cuando la dinámica de la práctica actual va por otros derroteros.

Ricardo Gutiérrez de Abascal (Juan de la Encina), en 1919, publicó La trama del arte vasco: un ensayo en el que hace un recorrido por lo que él consideró que eran los orígenes del arte vasco.

Juan de la Encina —al igual que los organizadores de la exposición La trama del arte vasco, 61 años después, en 1980 consideraron que las últimas tendencias artísticas eran pretenciosas— debió de considerar, en 1919, que movimientos artísticos como el cubismo, el suprematismo y Kandinsky eran pretenciosos, ya que ni los menciona en su libro; y cuando se refiere al futurismo es para descalificar a Marinetti con el apelativo "gracioso". La mirada artística de Juan de la Encina iba dirigida al siglo XIX y a los pecios decimonónicos que aún flotaban en los primeros años del siglo XX. Veamos que dijo Juan de la Encina del tradicionalismo y del futurismo en este pasaje de su libro.

Tanto nos podríamos declarar tradicionalistas como futuristas —pero no de los del gracioso Marinetti. Somos tradicionalistas cuando la tradición que se nos pone delante, es una tradición perdurable, y no momia del pasado. Nos interesa éste principalmente en cuanto puede se portador de fermentos y sugestiones de futuro. De modo que para nosotros todo debe orientarse hacia el futuro, hacia el cambio vital.

¿Se puede ser más reaccionario? El "cambio vital" al que se refiere Juan de la Encina es el mismo al que el personaje Tancredi se refiere—en la novela Il Gattopardo de Giuseppe Tomasi di Lampedusa— cuando dice: "Se vogliamo che tutto rimanga como è, bisogno che tutto cambi". Tanto es así que los "fermentos de futuro" de Juan de la Encina todavía perduraban en 1980.

Respecto a los "otros derroteros" por los que iba el arte en los años 80, Xabier Sáenz de Gorbea, en 1985, decía en una entrevista: "La joven escultura vasca, si algo a hecho —o algo quiere hacer— es asesinar el imperio de la costumbre". Este inciso disyuntivo que hizo Sáenz de Gorbea cuando dijo "o algo quiere hacer"  es de lo más inquietante, pues llevaba implícita la derrota subsiguiente.

Aquel lejano año 1919, la trama del arte vasco hacía moiré; 61 años después seguía haciendo moiré. Y ahora, aquella trama yace sobre maculaturas desechables.


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