La perversa intención de Pérez Royo, al querer someter a la enseñanza de la historia a los tiernos polluelos de amarillo plumón se relaciona evidentemente con su concepción de esa enseñanza como "interiorización de ficciones", pues lo "interiorizado" ya no sale más, y las "ficciones" pasan a formar parte de la "identidad", con poder de anticuerpos dispuestos a defenderla y conservarla frente a toda posible infiltración de cualquier "cuerpo extraño".
Historia e "identidad", 1998
Rafael Sánchez Ferlosio
¿Qué es el neoliberalismo?, este fue el título de la conferencia que dio Ernesto Castro en la librería La Central, el 14 de noviembre de 2019, dentro del curso "Topología (intempestiva) del pensamiento (contemporáneo).
En esta conferencia Ernesto Castro hizo algunas afirmaciones que no son ciertas.
"No es hasta 1837, con la Constitución efectiva, que se establece una división clásica del liberalismo, es decir, la división entre Estado e Iglesia".
Ernesto Castro se equivoca, pues no será hasta la Constitución española de 1931 cuando la división entre Estado e Iglesia fue efectiva. Bajo estas líneas adjunto los artículos (son los manuscritos originales, pues circulan en PDF algunos de estos documentos mal transcritos del original) que tratan sobre la Religión del Estado-Nación en las constituciones españolas de los años 1837, 1845 y 1876. En el primero de ellos, de 1837, dice: "La Nación se obliga a mantener el culto...". Pienso que una Nación que se obliga a mantener el culto, no puede estar separada de la Iglesia. En las siguientes constituciones, la de 1845 dice: "La Religión de la Nación española es la católica, apostólica, romana"; y la de 1876 dice: "La Religión católica, apostólica, romana, es la del Estado". Esta última estuvo vigente hasta 1931.
Artículo 11 de la Constitución española de 1837
Artículo once de la Constitución española de 1845
Artículo once de la Constitución española de 1876
Más adelante, Ernesto Castro dice:
"La revolución liberal en España no se realiza en 1812, se realiza, en todo caso, en la primera guerra carlista que se cierra con el famoso "abrazo de Vergara" entre Espartero y Maroto, en 1839, cerrando la primera guerra carlista bajo el reconocimiento de los fueros en el País Vasco".
Este es uno de los "mitos-ficción" que se han venido "interiorizando" desde el siglo XIX hasta hoy, ya que no hubo tal "reconocimiento de los fueros en el País Vasco", sin embargo, todos los libros de texto que están escritos por historiadores repiten machaconamente la misma cantinela.
El Convenio de Vergara que fue firmado por los Generales Espartero y Maroto el 31 de agosto de 1839, dice así en su primer artículo: "El Capitán General D. Baldomero Espartero, recomendará con interés al Gobierno el cumplimiento de su oferta, de comprometerse formalmente a proponer a las Cortes la concesión o modificación de los fueros".
Convenio de Vergara, 31 de agosto de 1839
Como puede leerse, el único compromiso que firmaron fue una recomendación al Gobierno. Tan solo dos meses después de aquel "abrazo de Vergara", el 25 de octubre de 1839, llegó la oferta del Gobierno en forma de proyecto de ley que en su artículo primero decía así: "Se confirman los fueros de las Provincias Vascongadas y Navarra, sin perjuicio de la unidad constitucional de la Monarquía". No podía ser más maquiavélico, pues los fueros y la unidad constitucional de la Monarquía eran incompatibles. Aquel fue el primer paso para abolir los fueros en el País Vasco.
El segundo paso no fue tan sibilino e incoherente como el primero, por el contrario, fue preciso e inequívoco y se llevó a cabo el 29 de octubre de 1841, cuando el Regente Espartero (el mismo que en 1839 había dicho a los carlistas: "Yo os prometo se os conservarán vuestros Fueros y si alguno intentase despojaros de ellos, mi espada será la primera que se desenvaine para defenderos". Espartero aquel día firmó un real decreto ley con el que comenzó la derogación efectiva de los fueros en las tres Provincias Vascongadas. Aquí dejo los cinco primeros artículos de la ley de 29 de octubre de 1841. Para los/as que no estén familiarizados/as con los rangos de la administración española de la primera mitad del siglo XIX: los jefes superiores políticos que puso Espartero en el lugar de los junteros o apoderados de las Juntas Generales, eran los que desde 1847 hasta 1997 serían denominados gobernadores civiles. La abolición total de los fueros se produjo en 1876.
Real decreto ley del 29 de octubre de 1841 con el que quedaron prácticamente abolidos los fueros en las Provincias Vascongadas.
Pienso que queda suficientemente claro que después de aquel ignominioso (por ambas partes) "abrazo de Vergara" no se llevó a cabo el prometido reconocimiento de los fueros en el País Vasco.
A los/as poco avisados/as tengo que decirles que esta entrada no es una apología del carlismo-tradicionalismo, aunque ya lo he demostrado en anteriores entradas de este blog: el carlismo-tradicionalismo para mí fue uno de los peores movimientos políticos del siglo XIX, y en este siglo XXI no hace falta que haya un pretendiente a la corona para que las nuevas y no tan nuevas generaciones lleven el "ADN" de aquellos tradicionalistas. Al fin y al cabo, aquellas guerras llamadas carlistas no fueron guerras de sucesión. Pero no nos engañemos, aquellos liberales progresistas que ganaron dos guerras civiles a los carlistas retrógrados, no fueron capaces de cortar las amarras que les unían a la Monarquía y a la Iglesia, además de ser los antecesores de los liberalismos del siglo XXI, lo de menos es el prefijo que les pongamos: neo-, trans-, tardo-, pos-, VOX-, PP- o Cs-, pues todos ellos se caracterizan por practicar el capitalismo salvaje y el sálvese-quien-pueda-y-sea-de-los-nuestros.
No obstante, encuentro injustificable tergiversar la historia y lo que es aún peor: considero que sería perjudicial basarse en acontecimientos históricos que no sucedieron como se cuentan, en el caso de que tengamos que enfrentarnos a conflictos políticos en el presente o en el futuro, ya que entonces la historia se convierte en una "ficción-performance" que solo lleva a repetir los mismos errores del pasado.