El que fue ministro francés del Interior, Dominique de Villepin, en su libro Le requin et la mouette (El tiburón y la gaviota) hace apología del espíritu europeo (más concretamente del francés) con la metáfora de la gaviota libre y empujada por el viento frente al tiburón estadounidense, símbolo de la fuerza bruta y del terrorismo de estado. Entre otras cosas, dice que Bush repitió en Irak el "error fatal" de Napoleón Bonaparte en España. Dice así: "La intervención de Napoleón en España desacreditó gravemente los ideales de la Revolución, retrasando, en condiciones dramáticas, la marcha de España hacia la democracia". En primer lugar, Villepin se equivoca, pues España con franceses o sin franceses no marchaba hacia la democracia como lo demuestran las tres guerras civiles en el siglo XIX y una en el XX. Las tres primeras las ganaron los liberales, pero la cuarta guerra 1936 - 1939 la ganaron los carlistas, pues aunque el pretendiente a la corona Carlos María Isidro de Borbón había muerto en 1855, eso no era óbice para que su caudillo se llamara Francisco Franco en 1936, ya que las ideas tardan mucho más en fenecer que los seres humanos. En segundo lugar, el señor Villepin se olvida o no quiere recordarlo que desde el golpe de estado de Napoleón el 18 Brumaire (9 de noviembre de 1799) no había ideales de la Revolución. También se olvida de que los franceses (tan amantes de la libertad) durante el régimen imperial de Napoleón vivieron en una dictadura: supresión del Tribunado, decisiones tomadas por decreto, detenciones arbitrarias, inexistencia de la libertad de prensa y opinión, y monopolio de la enseñanza. Le sugiero al señor Villepin que visite el Museo Carnavalet en París y en la última sala de las dedicadas a la Revolución Francesa, observe/reflexione ante un cuadro al óleo, donde el médico militante revolucionario Victor Bach aparece muerto a los pies de la estatua de la libertad después de haberse suicidado al tener conocimiento del golpe de estado de Napoleón. Ahí tiene, señor Villepin, los ideales revolucionarios inertes.
Estemos atentos a esa gaviota que aprovecha el viento para flotar como símbolo de la libertad, no vaya a ser un símbolo del totalitarismo. Si no problematizamos el concepto de libertad, las masas sociales seguirán fascinadas cuando se la oyen decir a personajes descerebrados como Donald Trump, Marine Le Pen, Norbert Hofer y sus adláteres. El peligro que se cierne sobre nosotros es que siga habiendo gente gritando/pensando ¡Vivan las cadenas! como lo hacían los absolutistas del siglo XIX, y lo que es peor, que crean que esa es su libertad.