Qué bien se fue Demócrito por las ramas.
Él sabía que la grandeza estaba en las supuestas inutilidades.
© Ilkhi, 2015
El dramaturgo Eugène Ionesco declaraba en 1961: "El hombre moderno, universal, es el hombre apurado, no tiene tiempo, es prisionero de la necesidad, no comprende que algo pueda no ser útil; no comprende tampoco que, en el fondo, lo útil puede ser un peso inútil, agobiante. Si no se comprende la utilidad de lo inútil, la inutilidad de lo útil, no se comprende el arte."
El libro titulado La Utilidad de lo Inútil, 2013, de Nuccio Ordine, publicado por la editorial Acantilado, es esa clase de libros necesarios para advertir de la catástrofe cultural que se avecina (si bien la destrucción cultural lleva decenios practicándose en el campo de la enseñanza) como podemos leer en este párrafo del libro de Nuccio Ordine, donde él lo deja meridianamente claro.
"Parece que nadie se preocupa, como debería, de la calidad de la investigación y la enseñanza. Estudiar (a menudo se olvida que un buen profesor es ante todo un infatigable estudiante) y preparar las clases se convierte en estos tiempos en un lujo que hay que negociar cada día con la jerarquías universitarias. No nos damos cuenta de que separando completamente la investigación de la enseñanza se acaba por reducir los cursos a una superficial y manualísticamente repetición de lo existente."
Mientras en las universidades de todo el mundo triunfen los profesores-gestores (como lo están haciendo ahora mismo) y sean condenados al ostracismo los profesores-estudiantes, hay motivos para preocuparse por el futuro de una cultura que no consiste en manejar manuales en los que "se repite lo existente" ni en producir informes estadísticos (convertir al estudiante en estudiante-cliente) para hacer que cuadren las cuentas de presupuestos.