Filósofo clamando en el desierto
© Ilkhi, 2012
El filósofo y psicoanalista Cornelius Castoriadis nació en Constantinopla (actual Estambul) en 1922 y murió en París en 1997.
Los textos que dejo bajo estas líneas los he extraído de un ensayo que Castoriadis escribió en diciembre de 1978, titulado: Transformación Social y Creación Cultural.
Creo que estos pensamientos de Castoriadis deberían tenerse muy en cuenta en este presente "pluscuamperfecto" que a muchos no les permite analizar con perspectiva lo que está ocurriendo.
Pero también queda abierta, o más bien, debe ser nuevamente planteada una cuestión que por cierto no es para nada original, pero que ha sido regularmente encubierta por los modos de pensamiento heredados, aun los que se pretenden «revolucionarios»; la cuestión de la creación cultural en sentido estricto, la disociación aparente del proyecto político de autonomía y de un contenido cultural, las consecuencias pero sobre todo los presupuestos culturales de una transformación radical de la sociedad.
Mi tesis es más bien que la destrucción de la cultura, en ese sentido específico estrecho, está ya ampliamente avanzada en la sociedad contemporánea, que las «obras del espíritu» ya están casi completamente transformadas en ornamentos o monumentos funerarios, que sólo una transformación radical de la sociedad podrá hacer del pasado otra cosa que un cementerio visitado en forma ritual, inútilmente y cada vez menos, por algunos parientes desconsolados y maniáticos.De 1400 a 1925, en un universo infinitamente menos poblado y mucho menos «civilizado» y «alfabetizado» que el nuestro (de hecho: en apenas una decena de países en Europa, cuya población total era a principios del siglo XIX todavía del orden de 100 millones) se encontrará sólo un genio de primera magnitud por cada decenio. Y he aquí, después de cerca de cincuenta años, un universo de tres o cuatro mil millones de humanos, con una facilidad de acceso sin precedente a lo que, aparentemente, habría podido fecundar e instrumentar las disposiciones naturales de los individuos -prensa, libros, radio, televisión, etcétera- que no ha producido sino un número ínfimo de obras de las que se pudiera pensar que de aquí a cincuenta años, se considerasen como maestras. Por supuesto, la época no podría aceptar este hecho. Así, no solamente inventa genios ficticios, sino que ha innovado en otro campo: ha destruido la función crítica.El oficio del crítico contemporáneo es idéntico al del agente de bolsa, tan bien definido por Keynes: adivinar lo que la opinión media piensa que la opinión media pensará.¿Puede existir creación de obras de arte en una sociedad que no cree en nada y que no valora nada verdadera e incondicionalmente?Pero existe otro modo de heteronomía nacido ante nuestros ojos: la pretendida «tabula rasa» del pasado que es en verdad (porque nunca hay «tabula rasa») la pérdida de la memoria viviente de la sociedad; en el mismo momento en el que se hipertrofia su memoria muerta (museos, bibliotecas, monumentos clasificados, bancos de donaciones, etcétera), la pérdida de un lazo sustantivo y no sujeto a su pasado; a su historia.No habrá transformación social radical, nueva sociedad, sociedad autónoma, más que por y en una nueva conciencia histórica, que a la vez implique una restauración del valor de la tradición y otra actitud frente a ella, otra articulación entre ésta y las tareas del presente-porvenir. Ruptura con la servidumbre al pasado en tanto pasado, ruptura con las ineptitudes de la «tabula rasa»; ruptura también con la mitología del «desarrollo», los fantasmas del crecimiento orgánico, las ilusiones de la acumulación adquisitiva.
Cornelius Castoriadis