17 de enero de 2005
El «no-hay-ni-bien-ni-mal», tan extendido en la actualidad, no deja de ser un sofisma cuyo único fin es persuadir al interlocutor para que crea en esa falaz ambigüedad. Si ni la bondad ni la maldad existen como tales, y su interpretación es relativa, entonces tampoco puede haber ningún motivo para criticar las mayores atrocidades cometidas en el mundo. Esto último es lo más peligroso para todos, ya que ese pensamiento es pura vileza practicada tanto por los regímenes totalitarios como por los autoritarios.
Completamente de acuerdo.
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