lunes, 21 de febrero de 2022

viernes, 18 de febrero de 2022

Recuerdo aquel golpe como si fuera el eco de un disparo

Era una mañana primaveral de 1980, en un campo de tiro del Ejército de Tierra, estaba cuerpo a tierra con un mosquetón Mauser Coruña modelo 1943. Metí los cinco cartuchos en el cargador interior fijo, y esperé la orden de abrir fuego. Aquel instructor militar nos estaba enseñando cómo asesinar al enemigo. La práctica de tiro la hacíamos con dianas, pero la intención de aquella instrucción macabra consistía en matar a lo que, tanto políticos como militares, llaman enemigo: una manera ancestral de deshumanizar al prójimo. Introduje un cartucho en la recámara y, tras la orden de ¡¡¡fuego!!!, apreté el gatillo, tiré del cerrojo hacia atrás y saltó la primera vaina vacía; lo que sucedió después fue delirante: yo accionaba frenéticamente el cerrojo del máuser, disparaba casi a ciegas, sin importarme que hubiera una diana a la que apuntar, hasta que no quedó un solo cartucho en la recámara. El suboficial al mando se percató de mi actitud y me golpeó con la puntera de su bota a la altura de mis riñones. 42 años después, sigo recordando aquel golpe. ¿Cuántas patadas como aquella habrán sido dadas a lo largo de la historia?

Sin embargo, lo que me parece más preocupante es que esos golpes se sigan dando por parte de aquellos que llevan a seres humanos al matadero bajo el más vil pretexto de que "todo" lo deben hacer "por la patria".