lunes, 31 de enero de 2022

Un "arte" intervalo con ideas discrepantes sobre raíles

STALKER sobre raíles. Tres fotogramas de la secuencia de la vagoneta en la que el Stalker, el Profesor y el Escritor se dirigen a la Zona. En estos fotogramas está sintetizado un tiempo discontinuo y psicológico que es imposible calcular, tan solo se puede sentir la longitud excepcional de cinco tomas cinematográficas. Si sumamos los tiempos de estas cinco tomas, nos dan 3' 42", pero no nos desvelarán el tiempo necesario para llegar a la Zona. El tiempo interno no se puede medir, y el tiempo externo, sencillamente, lo desconocemos.

Sin embargo, Tarkovsky consigue que el sonido diegético de las ruedas sobre los raíles fusionado con el sonido extradiegético de una música electrónica nos dé la impresión de que ha transcurrido un lapso de tiempo mucho mayor del que nos muestra el metraje de esta secuencia. También ayuda a esa sensación el tiempo inmensurable que Gilles Deleuze denominó "coupure irrationnelle" en su libro L'image-temps, 1985: se refería a esos "cortes irracionales" entre tomas, mediante los cuales la noción de verdad es sustituida por la de intensidad.

El director de fotografía, Alexander Knyazhinsky, en un plató durante el rodaje de la película Stalker, el año 1978 a las afueras de Tallin (Estonia), porta una Steadicam, —había sido inventada en 1975 por el físico newtoniano Garrett Brown—, detrás de Knyasinsky está Tarkovsky. Ambos se disponían a rodar la secuencia del viaje a la Zona en la vagoneta motorizada de mantenimiento ferroviario.

Esta secuencia rodó sobre tres soportes diferentes, a saber: en primer lugar, rodó sobre una dolly (plataforma rodante en la que va Knyazhinsky); en segundo lugar, sobre una plataforma ferroviaria (no en la vagoneta que aparece en las tomas anteriores) en la que van el Stalker, el Profesor y el Escritor. Y en tercer lugar, la película rodó en el chasis biaxial de una cámara Arriflex 35 IIC con la que fue filmada esta secuencia.

El misticismo del Stalker, el materialismo del Profesor y el cinismo del Escritor también ruedan sobre raíles junto a sus pensamientos que son más devastadores que la bomba de 20 kilotones que porta el Profesor en su mochila.

Lo que más me interesa de esta escena es el intervalo que hay entre la emulsión de haluros de plata sensibles a la luz que porta el celuloide y, por otro lado, la materia que se impresiona mediante la luz que atraviesa el objetivo. Este "arte" intervalo me parece que es como un limbo situado entre la realidad que rodea al camarógrafo y al director, y la ficción de lo escrito y posteriormente filmado.

En mi opinión, los/as autores/as que abandonan los raíles de la cinematografía canónica son los más interesantes, ya que no dejan las vías ortodoxas para descarrilar, sino que, mediante un cambio de agujas, se adentran en esas zonas inexploradas, que todavía las hay.

domingo, 16 de enero de 2022

Cuando se ve mucho más de lo que surge en la pantalla

Vicente Monroy, Contra la cinefilia, Madrid: Clave Intelectual, 2020
Foto: © Ilkhi, 2022

En enero de 2006, durante una entrevista a la cantante vasca Anari le preguntaron: Ez daukazu protesta egiteko asmorik, orduan? (Entonces, ¿no es tu idea protestar?). A lo que ella contestó: Nik mordoa protestatzen dut letretan, batez ere disko honetan. Protesta-kanta ez, haserraldi-kanta dela uste dut. Diskoko letra batek esaten du "zerbaitengatik borrokatu ordez, beti zerbaiten kontra". Zeren kontra? Ez dakit esaten, denaren kontra, nola funtzionatzen duten gauzek. (Yo protesto un montón en mis letras, sobre todo en este disco. Más que canciones protesta, creo que son canciones escritas en un acceso de ira. Una de las letras del disco [en la canción Naufragoak del álbum Zebra, 2005] dice "en lugar de luchar por algo, siempre se lucha contra algo". ¿En contra de qué? No sabría decirlo. En contra de todo, de cómo funcionan las cosas.)

Puede que os preguntéis, ¿A qué viene esta anécdota, si de lo que quieres hablar es del ensayo de Vicente Monroy, Contra la cinefilia? Pues bien, este aserto de Anari: "beti zerbaiten kontra [borrokatzen da]" (siempre [se lucha] contra algo) me parece lo destacable de este ensayo, y me congratula sobremanera.

Ya era hora de que apareciera una crítica contracinéfila dirigida a cierta cinefilia, esa cuyos componentes actúan como un cómitre de galeras que fustiga con su látigo a aquellos/as que osan discrepar de sus opiniones cinéfilas, pontifican sobre qué es y qué no es cine y, lo que es peor, embalsaman un cine que dejó de ser contemporáneo.

Friedrich Nietzsche —escritor iconoclasta donde los haya— mostró el camino para llevar a cabo un cambio de paradigma, al escribir en su libro Also sprach Zarathustra (Así habló Zaratustra) en el capítulo titulado: Vom Wege des Schaffenden (Del camino del creador) "Verbrennen musst du dich wollen in deiner eignen Flamme: wie wolltest du neu werden, wenn du nicht erst Asche geworden bist!" (Debes querer consumirte en tu propia llama: ¡cómo te renovarías, si antes no te hubieras convertido en cenizas!)

Pienso que habrá que convertir en cenizas nuestro pensamiento del pasado, pero no quemándolo, ni censurándolo, tampoco practicando la Cancel Culture, sino criticándolo para, tras una "criba" analítica, poder salir de esa cinefilia nefasta y de su trampa hipnótica en la que se cae constantemente.

Este es un libro donde las reflexiones de Vicente Monroy son de lo más perspicuas y pertinentes para salir del cul-de-sac en el que se ha metido cierta cinefilia.

jueves, 13 de enero de 2022

Categorías inmensurables

10 de agosto de 2003

El tiempo se mide —gran error— según un convencionalismo entre infinitos, lo cual propicia que cualquiera que sea su medida, siempre se puede refutar. El ser humano lleva miles de años separando el espacio del tiempo, no obstante, en un principio, el espacio se percibía inconscientemente como un "tiempo" inmensurable. También se ha tratado de medir la estética y la ética con resultados catastróficos.