miércoles, 30 de noviembre de 2011

Itslehor banatan bizi izanen gara


Itslehor
Ene irarlan-sailean, Zehaztasun Ezezaguna 
© Ilkhi, 2011


martes, 29 de noviembre de 2011

El pequepájaro y la jirafaronte


Dedicado a Batania y Natalia por ser "alfabetos totales"
¡Salud, pareja!
© Ilkhi, 2011


He aquí un relato corto en el que Batania describe a estos dos personajes
"casi fotográficamente".

                EL VUELO DEL PEQUEPÁJARO SOBRE LA JIRAFARONTE             

Creo que mide 1`80. No conozco su altura exacta, nunca se lo he preguntado, pero la mujer que amo es larga como una línea de renfe o como una trenza de cebollas amarillas. Ella me jura que ya ha dejado de crecer, pero yo no me fío del todo. Me acerco a su cuerpo con la piel como navaja, queriendo besarla entera y en todos sus azules, pero pronto me voy aburriendo y al de una hora me siento cartón piedra, carne de lunes, derrotado. Quiero besarla al completo pero sólo alcanzo a besarla a trozos.

Al principio quise ocuparla sin mayor cuidado, empezando por cualquier parte, como si aquello fuera un centímetro o una losa menchevique, pero fue a la segunda semana, después de pasarme cinco horas besando su brazo izquierdo y darme cuenta de que aún no había pasado de la muñeca, cuando comprendí que mi novia no es una novia standard. Qué va a ser standard: mi novia es el transiberiano.

No por ello me rendí. Al contrario: comencé a trazarle mapas a bolígrafo, acordoné zonas de su cuerpo, hice cuadrantes, contraté perros y hasta helicópteros, no escatimé en medios, nada me parecía bastante. Hasta me acostumbré a clavar, cada vez que terminaba mi jornada de besos, un letrero en su piel donde decía “Precaución: zona de Natalia YA besada”. Gracias a estos detalles y a los turnos intensivos de quince horas diarias, logré cubrir de besos el 3% de su cuerpo en tan sólo una semana, pero también sufrí la lógica fatiga y hasta algunos desfallecimientos, todos producidos por la magnitud de su territorio. Dos labios dan para mucho, pero sólo son dos labios. Y lo peor es que ella lo notaba, se da cuenta:

–¿Qué te pasa?
–Nada.
–¿Es por mi altura, verdad?
–No, claro, qué tontería.

Nunca le he dicho nada por este motivo, y ello por cuatro razones, que son las siguientes: una, dos, tres y cuatro. Además, su largura también tiene sus ventajas: ¿Sabéis lo maravillosos que son los abrazos de las mujeres largas? ¿Los habéis probado? Cuando una mujer así te rodea con sus brazos hasta dar cinco o seis vueltas sobre tu cuerpo, la sensación es indescriptible, uno se siente más abrazado que nunca. También cuenta con otras ventajas:

–Natalia, ¿Me alcanzas la sal?
–¿Qué sal?
–Aquella. La que está seis mesas más allá.

Y la alcanza, no miento, nunca falla. Sus gadcheto-manos son tan portentosas que llegan a todo objeto situado diez metros a la redonda, aunque también conllevan sus problemas, sobre todo en el metro, donde tengo que controlar sus efusividades. El martes pasado, por ejemplo, dio un manotazo sin querer a un viajero que iba en el vagón siguiente, y eso que le tengo dicho que, al menos en los lugares públicos, debe ir con los pies juntos y los brazos cruzados, pero no siempre me hace caso.

Así es mi vida y mi amor con la mujer longilínea. Parece complicado pero nos vamos acostumbrando. Tú eres el pequepájaro y yo la jirafaronte, me dice, siempre traviesa y habilidosa acuñando palabrujerías. Alguna vez le he comentado que quiero escribir algo sobre su largura y ella me ha respondido que bueno, que le parece bien, que escriba lo que quiera a condición de que no exagere. Y yo pienso que eso de que no exagere sobra, ¿no? Porque yo soy un escritor realista y minucioso, casi fotográfico: no se me ocurriría nunca contar un detalle que se desviara un sólo centímetro de la realidad. Como todo el mundo sabe.


Si queréis leer más de Batania (aquí) y de Natalia (aquí)


Como dice Batania, "realista y minucioso, casi fotográfico".
 

lunes, 28 de noviembre de 2011

Irakurtzeak ikusezingarria erakusten deusku


Irakur
Ene irarlan-sailean, Zehaztasun Ezezaguna
© Ilkhi, 2011


domingo, 27 de noviembre de 2011

Dendroscopía en Uriondo


Sombras porosas absorbían mi atención
© Ilkhi, 2003


sábado, 26 de noviembre de 2011

Baserriko bizitzaren goraipamena (Beatus ille)


Horrela zan. Halan ta be, halako gunerik ez dot aspalditik ikusi.
© Ilkhi, 1981


viernes, 25 de noviembre de 2011

Ebakitzailea nazen ezkero, ura neuretu dot

Ura ebakitzean dihardut
© Ilkhi, 2011

Oleoz egindako ura
© Ilkhi, 2011


Urebakiaren ahaltasuna
 Ene irarlan-sailean, Zehaztasun Ezezaguna
© Ilkhi, 2011


miércoles, 23 de noviembre de 2011

Urkiolako pagadia laino artean


1981ko udazkenean, zoko eder batean ikusi neban,
eta zelan edo halan behe-lainoa mintzatzen zan
© Ilkhi, 1981


martes, 22 de noviembre de 2011

Tangos y facones


© Ilkhi, 2009

Con este dibujo ilustré el relato de Andrés Portillo en el número cero de AOLDE

                                            TANGOS                                                 
  
  Hombres nunca me faltaron. Los he tenido a cientos. Guardando turno al borde de mi cama. Esperando impacientes en la entrada del burdel. Pero sólo he querido a dos. Uno me robó la vida por guapo, por rufián, por chulo, por versero. Por aquel sombrero caído que le quedaba que ni pintao. El otro me la devolvió a golpe de caricias y ternura, de abrazos y de besos.

....El primero era un porteño liendre, un proxeneta sin corazón ni escrúpulos. Un fulano que anuló mi voluntad para ponerme a sus pies con el chasquido de sus dedos. El segundo, un caballero español, un cordobés que mutó a gallego cuando desembarcó en la Argentina. Que mató a dos hombres: uno en la Madre Patria porque se rió de su mala suerte, y otro aquí, en Buenos Aires, porque abusaba de mí, porque me robaba la vida, porque me anulaba la voluntad... Le abrió las carnes en un cruce de facones en la ribera del Plata, bajo las sombras de la luna nueva. Uno se llamaba Alejo y era el diablo, al otro le nombran Suso, y le quiero con toda el alma.

....Una noche tanguera, en un salón cercano a la antigua Plaza de Lorea, vi a Suso sentado en la mesa más iluminada del cabaret. La más próxima a la orquesta. Miraba embelesado los dedos del gaucho que tocaba el bandoneón, como si quisiera aprender cada uno de sus movimientos, o como si ya los conociera de memoria y disfrutara recordándolos. No estaba solo, un vaso de ginebra y un cigarro encendido en un platito de porcelana le servían de compañía.
....Hacía algún tiempo que frecuentaba el tugurio, poco más de un mes, y nunca, desde el primer día, me pasó desapercibido. Sin embargo, esa noche me pareció más hombre que nunca, más gallardo, más apuesto. Le miré con descaro para llamar su atención. Él reparó en mí y me sostuvo la mirada. Entonces lancé un beso al aire para que lo llevara a sus labios. El galán lo recogió envolviéndolo en un trago largo. Por eso me acerqué y le saqué a bailar, para tenerlo más cerca. Aceptó con una sonrisa y el guiño de un ojo.

....– Te estaba esperando – me dijo al oído.

....Luego, se agarró a mi cintura y me escoltó hasta las baldosas para caminar, muy pegaditos, una milonga de Gardel.

....Entre vueltas y requiebros ocultó las estrellas con su pelo negro. Se apagaron los fanales de Puerto Madero. Ardieron las ascuas de mi rostro cuando me llamó reina mora, cuando dijo que había venido a mi tierra para adorarme. Con un beso me puso en los labios el sabor de la frambuesa y me sacó del antro arrastrándome tras él, ávido de lecho. En un callejón de La Boca enloquecimos y nos arrancamos las ropas desesperados. Él me acarició con ansia. Yo le perfilé con mis besos. Por las esquinas del arrabal llegaba el murmullo de un organillo y, estrangulado entre mis piernas, me lo fui llevando despacito hasta las puertas de la Gloria.

....Al amanecer, recogidos en las sabanas de un hotel barato, le confesé mis honras y pecados. Le hablé de mi infancia miserable en un pueblito de la Pampa. De mi llegada a Buenos Aires con la cabeza llena de sueños, siendo casi una niña. De mis ansias de bailar tango, de cantar tango. De prosperar como Ada Falcón, como Libertad Lamarke. Le conté mi desengaño y mi fuga a Francia, a París, para intentarlo lejos, en la Europa ilusionada de la posguerra. Que también estuve en España, en su tierra; y de nuevo el fracaso. Le dije que antes de partir conocí a Alejo. Que me enamoré de él, de sus malos modos. Que cuando regresé a la Argentina me arrojé a sus brazos. Que desde entonces los hombres pagan por mis besos, por mis caricias... Y yo le pago a él, le entrego la plata para que me proteja, para que no me falte su compañía.

....Suso permaneció callado un instante interminable, eterno, mirándome con ojos tristes. Luego me acarició el pelo, me abrazó con rabia, y me juró que jamás volvería a estar sola; que él cuidaría de mí, que mi plata era mi plata y la suya también. No pude evitar soltar una lágrima cuando le contesté que no era posible, que aquel rufián jamás lo permitiría, que me mataría si se enteraba que andaba con otro.

....Un mes después el guapo estaba muerto, lo encontraron flotando como un leño en la desembocadura del Río de la Plata. Nadie supo quién lo mató, tampoco nadie se preocupó en averiguarlo. Sólo yo, mientras curaba la herida que traía Suso en un costado: un tajo limpio, profundo, – sin importancia – dijo él.

....Ese fue el precio que aquel andaluz cabal pagó para tenerme a su lado.

....– Yo a ti, mi niña, te voy a hacer muy feliz – me juro ante el altar de la Virgen de Luján cuando le dije que quería ser su esposa.

....Hace ya medio siglo de aquello. Pero cincuenta años no es nada cuando se comparten con un hombre de palabra.

Andrés Portillo González

Andrés Portillo escribe en el blog IMAGINA LEBOWSKI (aquí)



lunes, 21 de noviembre de 2011

Gogoetak mahiaren gainean


Ene idazkerari esker ulertzen dodaz
© Ilkhi, 2011


jueves, 17 de noviembre de 2011

Topografía libérrima del petirrojo

Txantxangorri: petirrojo (Erithacus rubecula)
Txantxangorria edozein gunetan askatuta izanen da
© Ilkhi, 2011


martes, 15 de noviembre de 2011

BilbaoArte tras la vegetación

Patio/frontón de escuela/BilbaoArte
Técnica: fotografía estenopeica
© Ilkhi, 2001

Quién nos iba a decir hace 44 años, mientras jugábamos a pelota mano en aquel/este patio/frontón de escuela, que en 1998 iba a ser transformado en un centro de producción artística llamado BilbaoArte.(aquí)

Era el 8 de junio de 1967, poco antes de salir al patio a jugar, cuando mis compañeros y yo mojábamos el plumín en aquellos tinteros de porcelana empotrados en el pupitre, mientras nos disponíamos a hacer un análisis morfosintáctico de esta frase: "Allá a lo lejos se veía algo de vegetación", era la primera frase extraída del ejercicio de dictado anterior. La segunda y última frase de aquel dictado decía así: "Probablemente allí estaban los malhechores, pero no había posibilidad de huir según dijo el jefe".

Aquel jefe sabía muy bien lo que había detrás de la vegetación y además no había escapatoria posible. Qué lástima que se interrumpiera el dictado/relato con esa frase tan enigmática. Nos quedamos con las ganas de saber el porqué de aquella imposibilidad.

Tuvieron que transcurrir unos cuantos años para que descubriéramos que el tiempo y la entropía estaban agazapados tras aquella vegetación y que, en efecto, es imposible evitar su inexorable paso.


Tras aquella vegetación estaba el enigma
© Ilkhi, 1967/2011


domingo, 13 de noviembre de 2011

Dois olhadelas (begiradak) faneroscópicas

Técnica: fotografía estenopeica con doble exposición
La escultura Txalaparta ortzerantz en un peldaño del muelle de Urazurrutia, ría del Nervión
As ondas litoscópicas do mar
(Naturaleza morfoscópica del espacio)
© Ilkhi, 2001


sábado, 12 de noviembre de 2011

Negualdia negur eta negur

Halan ta be, neguko argia neurririk gabekoa da
© Ilkhi, 2009


viernes, 11 de noviembre de 2011

Dibujo 43


© Ilkhi, 2011


Ayer se llevó a driza la presentación del número cuatro de la revista AL OTRO LADO DEL ESPEJO. Los caracteres de los relatos presentados corrieron por la cubierta de la librería tres rosas amarillas (aquí) para desembocar, a través de los imbornales, en un mar de letras por el que todos navegamos (en pasado y en presente), unas veces, de bolina, y otras, sin velamen, con el tifón que coge a la nave de proa, pero siempre con la vista puesta en ese cachalote blanco, también conocido como Literatura Futura.

Con este dibujo aparezco en el número cuatro de AOLDE, y lo hago tetragrafiando el relato titulado El número cuatro, de Felisa Moreno Ortega, el cual está incluido en su libro de relatos Trece cuentos Inquietantes, editorial Hipálage, 2010.

El número cuatro, elevado al cubo, nos muestra ese espacio-tiempo opresor tan magistralmente descrito por Felisa Moreno Ortega.


EL NÚMERO CUATRO

No sé cuánto tiempo llevo encerrada aquí. Al principio gritaba y arañaba las paredes con mis uñas hasta sangrar. Finalmente desistí; a veces un pequeño sollozo me asaltaba, otras era una lágrima salada que rebañaba ansiosa con mi lengua para deleitarme en su sal, hastiada de los alimentos tan sosos que me obligaban a ingerir.

    La habitación tiene cuatro muebles, es importante lo del número; todo aquí es par, menos yo, aunque pienso que también estoy duplicada. Algunos días consigo verme a mí misma tumbada encima de la cama, con las piernas cruzadas y las manos sobre el pecho, como en el último reposo de un difunto. En una esquina hay un par de sandalias de tacón alto, están destrozadas y cubiertas por una pasta seca. No me atrevo a tocarlas.

    El armario está vacío, tiene cuatro cajones, con frecuencia los saco y me entretengo con ellos, los alineo y les explico la lección, como cuando era niña y jugaba a ser maestra. Aunque parecen iguales, cada uno dispone de una personalidad diferenciada, el izquierdo superior atesora una mancha de aceite en el fondo con forma de diamante, el inferior está desconchado en el frontal, como si hubiera sido picoteado por un ave hambrienta. El superior derecho huele intensamente a alcanfor y el cuarto sufre un descuadre estructural, lo que obstaculiza el encaje en su hueco.

    Me divierte meterme dentro del armario, permanezco un buen rato aspirando el aire viciado y oscuro. Cuando por fin salgo, disfruto con la sensación de libertad, lleno los pulmones de aire y grito con todas mis fuerzas. Las paredes acolchadas se tragan el sonido de mi voz, como los pavos de la abuela engullían el maíz hinchado que les arrojábamos desde la puerta del corral. ¿Por qué recuerdo esos pavos de moco colorado y no el motivo por el que estoy aquí?

    El otro mueble es una butaca de piel sintética, con cuatro patas y cuatro botones adornando el respaldo. Juego a marcarlos en mi espalda, hasta hacerme daño, otra excusa para gritar. El sillón es rígido, como los que se ven en los hospitales de la seguridad social.

    Un descalzador es el tercer elemento. Siempre me pregunto qué hace aquí, si yo no tengo zapatos. Me da asco usar las sandalias, aunque debieron de ser bonitas en su momento. Creo que los pies me han crecido de tanto andar descalza por la habitación. La banqueta me da escalofríos, siento como si estuviera allí para recordarme algo que trato de olvidar.

    El cuarto mueble, y último, es la cama. No tiene mantas, ni colcha, ni sábana superior; sólo la bajera, fuertemente sujeta al colchón con correas. No puedo taparme con nada y eso me impide conciliar el sueño. Para mí no existía mayor placer que esconderme bajo una sábana, sentirla sobre mi cuerpo, resguardarme en el hueco que moldea, acogedor y cálido como el vientre de una madre. Hay cosas que transcienden de la propia memoria.

    Además del mobiliario y las sandalias, junto a una esquina hay una ducha y un váter. De la ducha casi nunca sale nada. Todos los días, cuando creo que es de día, porque nunca veo la luz del sol, abro el grifo y me meto en ella, esperando que caiga el agua sobre mí. Puedo aguardar durante horas. He aprendido que, casi siempre, la paciencia me es recompensada. Aun así, en ocasiones, me despierto y golpeo la pared con los puños, hasta despellejarlos. El agua me calma, la necesito, ¿por qué me la niegan?

    No hay espejos, apenas recuerdo cómo es mi cara. La recorro con los dedos, creo que soy guapa, la piel suave, las facciones rectas, el cuello largo, los hombros esbeltos. Estoy desnuda, ya me he acostumbrado. Llevo peor lo de no tener sábanas para cubrirme por las noches. Mis miedos infantiles me atacan, nada me protege de los monstruos.

    No sé lo que he hecho para merecer este castigo. Ni siquiera sé si esto es un castigo o una forma de vida. Me cuesta trabajo recordar los momentos en los que me movía libremente por las calles, cuando el sol me calentaba el rostro y el aire despeinaba mi cabello y me arrullaba con sus susurros. A veces pienso que todo eso sólo es un sueño, que no hay otra realidad que la que encierran estas cuatro paredes. Cuatro.

    Los zapatos. Es lo último que recuerdo con claridad, estaban allí, sobre un estante forrado con terciopelo verde. Eran unas sandalias doradas, con pequeñas incrustaciones de brillantes y tácones de vértigo. Me recuerdan a las que yacen abandonadas en una esquina de este cuarto. Cuánto las deseé nada más ver mis pies vestidos con ellas. El precio..., sí, eran muy caras.

    La puerta se abre, es la hora de la cena, entra el encapuchado de siempre y me deja la comida en el suelo. Como todos los días le pregunto quién soy, qué hago allí encerrada, obtengo el mismo silencio de ayer, la misma indiferencia a mis gritos.

    Las sandalias..., eran realmente preciosas, con ellas puestas me sentía la reina de la fiesta, capaz de conseguirlo todo, incluso ese papel en la nueva película de un afamado director. ¿Soy actriz? Sí, era un contrato para hacer una película, me la ofrecieron nada más ver mis zapatos, ¿o fue al revés?, ¿compré las sandalias después de firmarlo? Recuerdo algunas palabras sueltas, recuerdo la boca con bigote fino que las pronunciaba: cine experimental..., oportunidad única en su carrera..., mucho dinero..., estudio sobre soledad..., mucho dinero... Recuerdo que pensé que con esa cifra podría comprarme las preciosas sandalias doradas.

    Cómo he podido olvidar algo tan importante. Me siento en el descalzador para comer, la bandeja sobre mis rodillas. La comida se compone de una sopa y un puré indescriptible. Este último cambia de color cada día, pero mantiene el gusto insulso, a cartón mojado. He pensado en dejar de ingerirla, si enfermo tendrán que llamar a un médico y él me sacará de aquí; siempre desisto, el hambre consigue doblegar mis propósitos. Es un puño que aprieta mi estómago y me obliga a tragar.

    El número cuatro sigue rondando mi cabeza, como si fuera lo único que puede sobrevivir dentro de ella. Cuatro, cuatro, cuatro... ¿Cuatro qué? Cuatro muebles en la habitación, cuatro cajones, cuatro botones en un sillón, cuatro... ¡¡¡¡años!!!!

    De repente lo comprendo todo, mi memoria intermitente vuelve a torturarme con la verdad, he vendido cuatro años de mi vida para comprarme unas sandalias.
    Cuatro, cuatro, cuatro... ¿Cuatro qué?


Felisa Moreno Ortega

Podéis seguir leyendo a Felisa Moreno Ortega en sus blogs:
El sueño de las palabras (aquí) y Trece cuentos inquietantes (aquí)

Para los que no lo sepan: cada número de la revista AOLDE se financia con el dinero recaudado por la venta del anterior. Son 92 páginas de buena literatura por tan solo 5 € . La podéis comprar en la librería tres rosas amarillas, C/ San Vicente Ferrer 34, 28004 Madrid  (metro Tribunal).

Además hay un plus, como decía ayer en la presentación un gourmet del relato corto, Esteban Gutiérrez: "el olor de la tinta recién impresa me pone"

   

martes, 8 de noviembre de 2011

Hasiera guztiaren erdian dago


© Ilkhi, 2008


Lanbroaren lurrinak ezkutatzen dauena

Sasi katean

lehen lehena

euskal euskala

gizon gizona

azken azkena

hitz hitzaz

hor zagoz

haren bila

zabiltz eta


© Ilkhi, 2011ko hazilaren 8an
Ene olerki-bildumean, Otarrizko aizkorea

lunes, 7 de noviembre de 2011

Relato con tinta negra tipográfica

Homenaje a Delacroix
© Ilkhi, 2011

Este fin de semana pasado, en las salas de la segunda planta del CaixaForum Madrid, estuve viendo/degustando con Maite una deliciosa exposición de Delacroix.

Utiliza el negro en sus pinturas al óleo con la soltura y maestría de Goya. Con ese negro no sólo enmarca y perfila, también consigue que la luz emane de esas tinieblas y devenga en rojos, amarillos, ocres y azules que estallan en nuestros conos, mientras los bastones escrutan el más ínfimo fotón en la noche interior del negro al transitar por el camino incoloro del alma.

Por otro lado, deposita sobre el lienzo pinceladas carnosas (de carne viviente como el príncipe del color, Tiziano, cubría sus telas venecianas) pinceladas cuyas protuberancias oleosas se convierten en manantial de luz que sacia la sed y el buen gusto del más exigente gourmet de la luz. ¡Qué manera de relatar con el negro tipográfico y revelar con el color!

Destaco de esta exposición uno de los bocetos (lo más lejano a un arte final y lo más cercano a un arte en continua construcción) de La muerte de Sardanápalo como paradigma de lo escrito anteriormente. Este deslumbrante dominio de la luz en el color se hace patente en aquella declaración de Delacroix "Dadme fango y os haré con él la más esplendorosa carne de mujer".

viernes, 4 de noviembre de 2011

Parnaso imperfecto en Malasaña

 Yo también conocí a Batania aquí, aprox. 400 km al sur de Lauros
© Ilkhi, 2011

                                                         
  EN ESTE LUEGO IMPERFECTO

Si hubiERE de hacer algo en ESTE luego imperfecto,
como fotóMACO,
sería fotografiar ESTE campo de batalla,
         con colecciones ordenadas de círculos de confusión,
         con bayonetas de graves EPIgénicos y lanzas de OXÍtonos,
         con drogas inocuas que cortan el aire como trozos de metralla.

En ESTE luego imperfecto,
      la TIERRA DE NADIE anhela ser bañada con sangre azul Prusia
                                                                                       indiferente al dolor.

AnESTESIada y EXTASIada con la belleza de ESTA sangre,
la herrumbre de las armas,
                                ya no PRO-viene del pasado,
                                               POST-viene del futuro MÁS imperfecto.
AlgUNOS
     CALOtipos  perENNES
                                            cuelgAN de sus paredes.
Otros,  FUGAces,
               reptan sobre las hendiduras sinápticas de nuestro cerebro.
Otros,   NA-hacEN sobre el asfalto.

En ESTE luego imperfecto
     la MEMORIA y el DESEO fallan,
                                otras veces,  follan entre ellos,
                                                 esperando tener un orgasmo heurístico.

A luego, luego, LUEGO.
LUGAR inSTANtáneo, súbito, indescriptible,
                                                             sólo mostraBLE y sensiBLE
                                                                         en ESTE futuro imperfecto.
En AQUEL luego imperfecto,
                         el TIEMPO y el ESPACIO eran sinónimos de PLACER.
En ESE luego imperfecto,
                            me MIRAS
                                 y FOLLAS con la fuerza eyaculatoria de MIS OJOS,
                                                                                          SIN VER su color.
En ESTE luego imperfecto,
                          el TIEMPO da vida al ESPACIO,
                                    la GRAMÁtica domesticada y embotellada
                                                                         se ha hecho PÓLVOra,
                                                     que se LICÚa  y nos emBORRACHA
                                              con la belleza de ESTE lugar imperfecto.



© Ilkhi, 3 de junio de 2008
De mi poemario Alta Densidad Seccional

jueves, 3 de noviembre de 2011

Huri zuri hori

© Ilkhi, 2011


Huri hori
osorik
ahantzi jatzu.

Zuri hori
ez jatzu
bat ere
interesatzen.

Huri hori ta zuri hori
gure burmuinetan dagoz.

"Hori" erakuslea
ez da ikur bat
bakarrikan.
"Hori",
aldiro,
gogoeta bat da
ekinean dagoela.

Huri zuri hori bera
gure hizkuntza baita.
Zer edo zer sortzekotz,
berak egingo dau eta.


© Ilkhi, 2011ko hazilaren 3an
Ene olerki-bildumean, Otarrizko aizkorea
 

martes, 1 de noviembre de 2011

Errores pertinaces

Rincón de mi estudio en 1998
Técnica: fotografía estenopeica
Espacio cognitivo
© Ilkhi, 1998


        Errores pertinaces

             Puede ser un punto,
                             una mancha,
                             una palabra,
                             un error no elegido ni mojado
                             por la lluvia que cae liminalmente
                             sobre un umbral que nunca se cruza,
                             pues la constante perplejidad siempre me frena
                                                         ante ese umbral impenetrable.

             A veces, el peróxido me permite respirar
                      sobre herrumbrosas alambradas teñidas de pasado.

                 Allí, donde el error deseado
                                          no es el error elegido,
                             donde el error elegido
                                          siempre es el más detestado.

             Mientras, el más bello poema
                                              transita, sin pasaporte ni checkpoint,
                                                     durante toda mi vida
                                                                 hacia todavía
                                                                         la siguiente noche.



© Ilkhi, 30 de septiembre de 2008
De mi poemario Alta Densidad Seccional