Elurrezko uhartea
Ilkhi, 2024
Fuera del ecosistema cultural los artistas deberían desenvolverse como elementos pertenecientes a la fauna salvaje, sin embargo, en las imágenes que nos proyecta el sistema, más bien parecen como parte de un zoológico o un circo.
Bastaría leer este párrafo que escribió el artista Txomin Badiola y posteriormente leyó en el Forum d'Avignon que tuvo lugar en La Alhóndiga Bilbao (ahora llamado Azkuna Zentroa) el 6 de marzo de 2014, para darse cuenta que el Forum d'Avignon "La ciudad como ecosistema cultural" fue una farsa.
Todo esto sucedió con motivo del debate titulado: Los artistas como promotores del cambio cultural y social de las ciudades, en el cual no se debatió nada. Todos los participantes —excepto Txomin Badiola— en aquel pseudodebate expusieron lo encantados que estaban con el trabajo que hacían en sus respectivas ciudades con el fin de promocionarlas a nivel internacional, y ante la afirmación y denuncia que Badiola hizo respecto a la nula consideración que el sistema tiene con los/as artistas, pues se les trata como meros "suministradores de contenido" y no como promotores de un cambio cultural en las ciudades —de esto iba el supuesto debate— le miraban a Badiola como si no pudieran creer lo que estaba diciendo, y ni uno solo de ellos/ella entró a debatir aquella crítica tan pertinente.
Han pasado casi diez años y nada ha cambiado, sin embargo, conviene recordárselo a quienes nos miran con esa sonrisa maliciosa y rebosante de condescendencia cuando criticamos este postureo cultural que confirma lo que el neologismo tittytaiment inventado por Zbigniew Brzeinski en el otoño de 1995 en el Fairmont Hotel de San Francisco durante el primer "State Of The World Forum" en el que se auguraba un futuro para los habitantes del planeta Tierra donde se garantizaría suficiente alimento de entretenimiento tóxico para el 80% de la población mundial. El tittytaiment ya está aquí, pero muchos están anestesiados y otros no quieren verlo.
Mirando a poniente desde el alto de Navalpilón en Candeleda, me gusta ver el humo de las hogueras (hechas con los residuos de las podas de invierno) que se eleva hacia un cielo crepuscular de color anaranjado. Es la muestra fehaciente de que aún hay huellas de vida humana en comunión con la naturaleza.
Veo el abanico aluvial de Candeleda: tras el fraccionamiento y posterior erosión de los batolitos plutónicos de la sierra de Gredos, estos han devenido en infinitos cantos rodados de granito que se extienden por la dehesa.
Mientras desciendo por la senda de Chilla, veo un mirlo macho sobre la rama baja de un terebinto, está cortejando a una hembra, él se mantiene inmóvil a una distancia prudencial, y ella está inquieta y gorjea melódicamente en las ramas superiores del terebinto: indicio de que la primavera se acerca.
También veo muretes de piedra seca construidos en el pasado para evitar la erosión del terreno y mantenerlo en terrazas. Esa era su función, pero ahora lo que predomina es el abandono, ya que los matorrales invaden los muretes y taponan las trochas que en el pasado no eran paisaje, sino significatividad esencial del mundo.