martes, 25 de octubre de 2022

Mis errores en el pasado al leer una crítica de arte

Portada del catálogo de Nicolás de Lekuona

Hoy me he encontrado un texto que leí por primera vez hace 43 años. Exactamente, el mes de mayo de 1979. Yo estaba corrigiendo las pruebas fotográficas que habían enviado a la imprenta desde la fotocomposición con los textos que aparecerían en el catálogo  para la exposición del artista Nicolás de Lekuona (1913 - 1937) en el Museo de Bellas Artes de Bilbao. Se trataba de un texto titulado: Ya vuelven los bárbaros, madre... que había sido publicado por primera vez en La Gaceta Literaria el 15 de junio de 1930 y estaba firmado por el crítico de arte Sebastià Gasch.

Al leerlo esta mañana y rememorar cómo lo leía en aquel pasado remoto para que otro compañero de imprenta lo cotejara con el texto original mecanografiado y, de ese modo, descubrir si había erratas ortográficas u ortotipografías; me he dado cuenta de que lo que me impresionó —entonces para bien— de esta crónica artística, hoy por el contrario me parece una conjunto de ocurrencias racistas.

Este es uno de los párrafos de la crónica de Sebastià Gasch.
Raciales he dicho. Todo arte que ha llegado a tener una alta categoría internacional ha sido eminentemente nacional. Todas las grandes figuras del arte internacional han sido siempre esencialmente raciales. El arte llega a ser internacional a fuerza de racialidad. Detrás de todas las épocas de Picasso, detrás de todas las tentativas de Picasso, detrás de todas las aventuras seudocosmopolitas del genial malagueño se agita siempre aquella pasión, aquella vehemencia, aquella violencia de potro salvaje, propias del alma andaluza, tan desigual, que va rápidamente de la risa al llanto, del pesimismo al optimismo; aquella fuerza interior virulenta que agita siempre a los extremomeridionales de Europa.

Y estas son las discrepancias que tengo con lo que lo que Sebastià Gasch escribió en este párrafo.

Nadie puede ser racial ya que no hay razas. Teniendo en cuenta que no existen razas humanas en un sentido biológico —todos los seres humanos tenemos en común el 99,9% de nuestro ADN—  hablar de "racialidad" es una manera de, por un lado, denigrar al de "otra raza" porque se le considera inferior intelectualmente, y por otro lado, ensalzar la "raza propia" —de ahí a lo que los nazis denominaron arteigene deutsche Kunst (arte alemán nativo) solo hay un paso— alegando una superioridad intelectual. Sebastià Gasch utiliza la palabra "racial" como sinónimo de "nacional". Tal sinonimia justificó el que se cometieran las mayores atrocidades en el siglo XX, y, desgraciadamente, en este siglo XXI los partidos políticos de ultraderecha siguen predicando esa misma sinonimia abyecta.

Mas adelante se refiere a la "pasión, vehemencia y violencia de potro salvaje" de Picasso y a su "fuerza interior extremomeridional".

Habría que haberle dicho a Sebastiá Gasch que en el extremo norte de Europa también había artistas como Edvard Munch con esas mismas características y con una fuerza interior extremoboreal, pero nada racial. Ya que destacar la extremomeridionalidad de Picasso es como si el haber nacido en Málaga le aportara a Picasso las cualidades que este crítico le confiere. Dicho de otro modo, yo no creo que Picasso tuviera esas características por haber nacido en la Europa meridional, ni que Munch tuviera las suyas por haber nacido en la Europa del norte. ¡Basta ya de nacionalidades internacionalizadas y racializadas! ¿Cuándo comprenderán que los seres humanos no tenemos nación ni raza ni bandera?. Como dice la canción de La Polla Records: "Un patriota, un idiota".

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