El escritor, crítico de arte y profesor de Historia del Arte en la Universidad de Murcia, Miguel Ángel Hernández Navarro, entre agosto de 2013 y octubre de 2014, escribió en segunda persona un diario que publicaba cada domingo en La Opinión de Murcia. En enero de 2016 aquellos fragmentos cotidianos se convirtieron en un libro titulado PRESENTE CONTINUO (Diario de una novela) Editorial Balduque, 2016. Éste es un párrafo de lo que escribió Miguel Ángel Hernández sobre el sábado 16 de noviembre de 2013.
"Entre charla y charla saludas a muchos amigos y conoces a varios escritores y editores. Desvirtualizas a muchos que sólo conocías a través de las redes sociales. Cuando los saludas parece que os uniese una gran amistad. Es extraño. Más que conocer, parece que ahora la gente se reconoce. El primer contacto no es exactamente el primero. Es una suerte de déjà vu siniestro".
Después de leer este pasaje me interno en la bocamina de mi memoria armado con la piqueta y el frontal, la veta aparece inmediatamente, esta vez es un pasaje de Gilles Deleuze, de su libro Marcel Proust y los Signos, publicado por primera vez en las Presses Universitaires de France en 1964.
"Cada signo tiene dos mitades: designa un objeto y significa algo diferente. El lado objetivo es el lado del placer, del goce inmediato y de la práctica. Embarcándonos en esta vía ya sacrificamos el aspecto "verdad". Reconocemos las cosas pero no las conocemos jamás. Confundimos lo que el signo significa con el ser o el objeto que designa".49 años separan estos dos textos a la manera de una ihancia lacaniana, pero lo que realmente supura de esta herida es el déjà vu patológico que todo lo invade. Son muchos los que piensan que sólo queda susurrar ese siniestro "déjà vu" mientras los infatigables CCD registran imágenes y textos insignificantes de un mundo periclitado. Sin embargo, el error está en vivir el presente como un "presente recordado" para el cual el futuro es inaccesible. Pienso que la memoria la debemos tener delante de nosotros y no en nuestra espalda, pues la memoria está para ser construida, no para ser fosilizada como si fuera un manual de interpretación irrebatible.
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