lunes, 4 de julio de 2016

Pinceladas dérmicas de un viaje que hice a París

Pieles
© Ilkhi, 2016

20 de junio de 2000
Mi primera impresión al llegar a París coincide con lo que Joseph Conrad, en su novela Heart of Darkness, le hace decir al personaje Marlow cuando llega a Bruselas: "In a very few hours I arrived in a city that always makes me think of a whited sepulchre." Es una metáfora que emplea Jesucristo en el Evangelio de San Mateo al comparar a los fariseos con "sepulcros blanqueados": aparentan bondad por fuera aunque por dentro son podredumbre, metáfora de la corrupción. Esta ciudad también tiene mucho de Eurodisney: la simulación de la autenticidad en los lugares turísticos resulta insoportable. No recomendaría la visita a Montmartre, ya que es lo más kitsch y decadente que he visto en mucho tiempo; los retratistas casi llegan a las manos por conseguir un cliente y se intuye un cierto aire mafioso en todos ellos. Donde más he disfrutado ha sido en los mercados con puestos callejeros de la Rue du Faubourg St. Martin en el que los colores de las frutas, hortalizas, panes, quesos y embutidos se confunden con los diferentes colores de las pieles de vendedores y compradores que inundamos la calle. Es un caleidoscopio de colores, culturas y fonemas que perfuman musicalmente el aire. Se puede escuchar el idioma cabilio, una lengua bereber del norte de Argelia. Mientras paseo por sus calles y entro en sus comercios las palabras que escucho son incomprensibles para mí, pero sé muy bien que no son una mera colección de datos acústicos, por el contrario, sé que contienen otra manera de ver el mundo. Eso me fascina.

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